¿Hasta dónde ha de soportar una mujer para que pueda matar a otra? Creo que podemos hacernos una idea; si no, Claudia Piñeiro recuerda en su novela el maltrato psicológico que puede sufrir una niña hasta que se siente invisible a veces, agraviada otras, en su propia casa, por su propia madre, deseando encontrar después, en la familia que funda, una felicidad que le ha sido negada desde siempre «Cuando yo tenía ocho años mi madre me cortó un trozo de vestido que estaba deseando ponerme para el cumpleaños de una amiga […] me habría tapado el corazón, en el supuesto, como ella decía, de haberlo tenido». Una niña que ignorará a su vez a su propia hija porque ella solo quiere encontrar en su marido al padre que no tuvo, al amante que tampoco tuvo su madre; quiere, ante todo, sentirse mujer.
Claudia Piñeiro escribe una novela de mujeres, de las distintas mujeres que poblamos la tierra y que, como las moscas, somos de diferentes clases, desde las buenas y abnegadas a las malas vengativas, pasando por vapuleadas, ninguneadas, envidiosas, supervivientes y fuertes, capaces de ser felices porque son capaces de dirigir su propia vida a pesar de los contratiempos.
El narrador va cambiando el punto de vista; en primera persona adopta la voz de Inés. Aparece en ocasiones en 3ª persona omnisciente, sabe lo que piensan los personajes y es capaz de crear al principio de la novela una tensión en el lector que, según en qué momentos de la trama, crece, hasta que somos incapaces de asegurar la libertad final de las protagonistas. Hay capítulos narrados enteramente por el Coro. A la manera de la Tragedia griega, el coro (la voz de las diversas mujeres) funciona como mediador entre los personajes y el lector; a medio camino entre flujo de conciencia y perspectiva múltiple da sentido a las escenas anteriores, ayudando así al lector en la comprensión de lo que ha leído. Aún queda otro tipo de capítulos en El tiempo de las moscas, el que prescinde del narrador para exponer los hechos a modo de diálogo, como en el género teatral. Con esto la narración adquiere inmediatez y agilidad, al tiempo que conmueve al lector. Nos sentimos identificadas con Inés, con la Manca, con todas, porque en algún momento y en ese instante compartimos su destino.