«La distopía en una herramienta útil para quienes sostienen los hilos del poder económico y social «
«No puedes cambiar la mentalidad de las personas ni sus sentimientos por decreto, pero puedes cultivar una forma distinta de ver el mundo y la sociedad»
«El feminismo es, quizá, la fuerza transformadora de progreso más potente de la actualidad. Y una de sus revelaciones estrella es que el sistema productivo actual se sostiene sobre la explotación del trabajo no remunerado de los cuidados»
«Cualquier “libertad” que solo puede comprarse con dinero no es libertad, es privilegio»
«La crisis es real y ya está aquí. La respuesta es lo que está en duda»
Si tuviésemos que definir a Óscar Eslava con dos palabras, estas serían evolución y acción. Evolución por su enorme calidad humana, su pensamiento político y su crecimiento como autor. Acción, por su capacidad para defender, de manera infatigable, aquello en lo que cree ¿Aún no lo conocéis?
H – Has resultado vencedor del I Premio Pragma de relato de ciencia ficción con Reproducción social. ¿Hasta qué punto te sientes identificado con el movimiento Pragma y con la labor de la Fundación Asimov? ¿Consideras que la literatura de ciencia ficción, género poco valorado en nuestro país, puede alcanzar una influencia lo suficientemente significativa en la población como para despertar conciencias o llamar a la acción?
O.E – Puede que la literatura de Ciencia—Ficción no tenga el prestigio cultural que se le da a la novela “realista”, como dices. Pero el formato audiovisual de género sí tiene una salud robusta, no hay más que ver el éxito de películas y series (“El ministerio del tiempo”, “El cuento de la criada”, “Dune”, “Los 100”, “Star Wars”, “Westworld” y un largo etcétera en el que por ignorancia ni siquiera meto toda la producción de Anime que existe) para entender que sí hay un público dispuesto e incluso ansioso por sumergirse en mundos “no realistas”. Sea por entretenimiento, porque son una magnífica herramienta para reflejar nuestra realidad actual y reflexionar sobre ella o por placer estético, la demanda está ahí.
El problema está, como explica muy bien Francisco Martorell en su excelente ensayo “Contra la distopía”, en que nos hemos acostumbrado a imaginar todo tipo de males para el futuro y sumirnos en el desaliento en vez de atrevernos a imaginar alternativas posibles. Voy a citarle diciendo que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo”, lo que acaba convirtiendo la distopía en una herramienta útil para quienes sostienen los hilos del poder económico y social. Sabiendo esto, no es de extrañar que haya una especie de techo de cristal que impide que las propuestas utópicas lleguen a ese gran público que consume un formato más accesible que el de la literatura, que por su naturaleza exige una inversión económica y unas plataformas de distribución aún más inaccesibles que publicar novelas (que ya es bastante difícil).
Por ello, cuando conocí la Fundación Asimov a través de una charla que dieron en la Hispacon de Valencia en 2019 y me enteré del movimiento Pragma y el premio que querían convocar, simpaticé con ellos al momento porque están trabajando mucho precisamente con ese doble fin: promover la Ciencia—Ficción escrita e impulsar la lectura de historias que permitan al lector romper el círculo vicioso del pesimismo e imaginar alternativas posibles a la distopía.
La congresista estadounidense Alexandria Ocasio—Cortez lo resumió muy bien en una campaña que asesoró Naomi Klein llamada “Un mensaje del futuro” en la que se imaginaba a sí misma décadas más tarde en un mundo mucho mejor, construido gracias a la organización de la gente para cambiar las cosas. Uno de los lemas era “No puedes ser lo que no puedes ver” (o, traducido libremente, “no puedes ser lo que no puedes imaginar”). El movimiento Pragma es un granito de arena más que intenta hacer que imaginemos eso que queremos que ocurra y estoy muy orgulloso de haber aportado el mío.
H – Este relato (al igual que tus inéditas Memorias del futuro), es prácticamente una precuela de El futuro que hicimos (2017, Esdrújula ediciones). Todos parten de un punto concreto: el movimiento 15M ¿Dónde estabas tu aquel mayo de 2011? ¿Consideras que fue una oportunidad perdida? ¿Por qué te empeñas en mantener vivo ese espíritu a través de tus obras?
O.E – El domingo 15 de mayo estuve en la manifestación original. Me marché casi obligándome (madrugo mucho para ir al trabajo), lleno de ilusión al comprobar que no era el único que llevaba meses rumiando la necesidad de encontrar un camino alternativo al único que parecían ofrecernos quienes estaban al volante. También me marché con cierta melancolía, pensando “¿y ahora, qué?”. Pues ahora fue que unos pocos decidieron imitar a los egipcios acampados en Tahrir, fueron expulsados y, gracias a unas redes sociales que entonces todavía no habían sido pervertidas por la fuerza del dinero, aquello generó una reacción a la que me apunté con entusiasmo.
Sol se llenó de gente, luego puse mis manos para llevar cartones y tender lonas con cientos de personas a quienes no conocía de nada pero entre las que me sentía parte de algo muy grande, y aquella primera semana estuve yendo todas las tardes menos una, simplemente a estar, a observar, a escuchar y a participar en lo que se pudiera. El grito mudo de la medianoche del viernes fue mágico, la acampada fue increíble y me devolvió la esperanza. Luego llegaron otras movilizaciones en las que participé, seguí con especial emoción las marchas indignadas, y finalmente ayudé a limpiar cuando desalojamos Sol para implicarme con la asamblea de Lavapiés.
No fue una oportunidad perdida porque aún teníamos mucho que aprender, y esa oportunidad la cogimos al vuelo. Lo fundamental, a entendernos entre nosotros mismos. Allí había gente que llevaba en la militancia toda la vida y no entendía muchas de las rarezas que los recién llegados iban proponiendo. Otros venían a protestar contra las consecuencias de un sistema sin atreverse a cuestionar el sistema en sí más que en detalles superficiales. Fue una escuela de la que muchos salimos con un gran aprendizaje y, aunque perdimos fuelle por agotamiento y por la imposibilidad de alcanzar más acuerdos que el del enfado colectivo, que llegó a su cumbre en la inmensa manifestación del 15 de octubre, dejó una impronta que no es que me empeñe en mantener viva sino que sigue viva, evolucionando y madurando con los años.
H –Empezaste escribiendo fantasía épica con quince años y dices hacerlo para entretener al lector. Pero tanto en tus obras de ciencia ficción como en Hermanas, tu novela más personal, denuncias graves problemas de nuestra sociedad y te atreves a apuntar fórmulas para alcanzar un futuro mejor ¿Cuál debe ser la principal función de la literatura, entretener o concienciar? ¿No temes que una marcada ideología te reste lectores?
O.E – Cualquier autor tiene una ideología, por más o por menos que deje su impronta en su obra. Intento no ser partidista ni tampoco maniqueo, pero no renuncio a defender lo que creo que es deseable, justo o necesario. No puedo responder a qué función debe tener la literatura porque hay tantos gustos como lectores. Hay quienes solo leen ensayo, otros solo aventuras y evasión, hay entusiastas de la filosofía o el análisis político, otros solo quieren romance y emociones. Pero creo que nadie tiene un gusto cien por cien “puro”. Puede variar la proporción de los ingredientes o el sabor de los mismos.Si mi perspectiva ideológica, ética o moral espantan a quienes están en desacuerdo total conmigo, es normal y no lo lamentaré. Si mi formato narrativo, que intenta ser ágil y muy visual sin necesidad de estar consultando las referencias de otros autores a cada paso e intenta utilizar un lenguaje accesible, ahuyenta a quienes necesitan estudiar más que leer un libro, lo lamentaré pero no tengo la capacidad ni la cultura suficiente para escribir a ese nivel. Lo que yo intento es crear historias entretenidas, con personajes que tengan profundidad emocional y con los que se pueda conectar, dentro de una trama verosímil y con un trasfondo muy personal en lo ideológico y lo ético.Pienso que hay un gran público interesado en los temas que trato pero al que le aburre un formato demasiado académico o acude a la lectura para disfrutar con una historia, no para estudiar. Hay excelentes estudiosos y ensayistas creando obras imprescindibles a las que a mí mismo me cuesta acceder muchas veces más allá de lo superficial o del resumen final. Lo mío es coger esas conclusiones abstractas y ponerlas en acción a través de la vida de mis personajes. No creo que eso espante a muchos lectores.
H – He disfrutado mucho de ese Neo-Comunismo o Comunismo actualizado que propones en Reproducción social. Es de justicia valorar todo tipo de trabajo, produzca o no rentabilidad económica y, como nos recuerdas a través de los ojos de Cayetana, deberíamos recompensar especialmente aquellas acciones que resultan esenciales para quienes no pueden cuidar de sí mismos, pero ¿Por qué nos cuesta más creer en la posibilidad de una sociedad justa e igualitaria que en avances tecnológicos asombrosos? ¿No es el comunismo una utopía cada vez más lejana?
O.E – El comunismo, como el anarquismo, el liberalismo, el feudalismo, la socialdemocracia o el capitalismo, son sistemas de organización social y económica que han tenido su sentido en el contexto histórico que los vio nacer. Todos ellos han dejado su impronta cultural y su buen rosario de catástrofes, sin excepción. Pero no son marcos inamovibles sino respuestas a retos y anhelos de su tiempo. No planteo un neo—comunismo porque creo que las lecciones y esperanzas del comunismo no pueden dar respuesta a todos los retos presentes y futuros. Más bien planteo otra cosa nueva, nacida del ahora, que tiene como eje la convicción, muy personal, de que es imprescindible recolocar las necesidades de las personas sin excepción en el centro de cualquier decisión organizativa. No puedes cambiar la mentalidad de las personas ni sus sentimientos por decreto, pero puedes cultivar una forma distinta de ver el mundo y la sociedad. De hecho, llevamos haciéndolo milenios. Basta con desplazar el valor que le damos a las cosas y la percepción de nuestro lugar en el mundo para obtener resultados. Las personas no vamos a cambiar en lo más íntimo. Seguiremos queriendo lo mejor para quienes queremos, rechazando lo que percibimos como una amenaza, necesitando la validación del grupo en forma de afecto o estatus o una red de apoyo, sintiendo amor y odio y miedo y esperanza. Pero si los valores cambian, si aprendemos que cuidar a los demás es lo que nos da satisfacción y nos hace ser aceptados, si el egoísmo competitivo que ve a los otros como rivales cae al mismo nivel de consideración que ir por la vida acuchillando a quien te molesta, si comprendemos que hay suficiente para que todos vivamos bien en vez de aspirar a acumular mucho más de lo que realmente necesitamos a costa de ignorar el sufrimiento de quienes pierden en esa carrera de ratas o de destruir el futuro de nuestros descendientes y lo convertimos en sentido común, creo que la utopía es posible, aunque nunca será perfecta. Porque sí, es más fácil inventar un cacharro nuevo que un nuevo sistema de valores que va directamente en contra de quienes controlan los resortes del poder económico, político, militar y mediático. Van a seguir utilizando todo su poder para convencernos de que “no hay alternativa”, como decía Thatcher, que lo que le damos a nuestro vecino más pobre es lo que nos quitamos a nosotros sin levantar la mirada y descubrir que en realidad no hay escasez sino desigualdad.
Dentro de ese cambio de paradigma ya hay mucho avanzado gracias a la lucha de las mujeres. El feminismo es, quizá, la fuerza transformadora de progreso más potente de la actualidad. Y una de sus revelaciones estrella es que el sistema productivo actual se sostiene sobre la explotación del trabajo no remunerado de los
cuidados. Por eso pensé en el concepto de “Reproducción social”, que le da un valor al trabajo no productivo (de plusvalía financiera) sino reproductivo (de sostenimiento de la vida y la comunidad humana). Y me parece lo más revolucionario que podría suceder hoy, puesto que incluye la variante de los cuidados a la sociedad y al planeta para darles el justo valor que tienen. No en forma de dividendos, sino de lo más esencial para la vida.
H – Vamos a destripar un poco Reproducción social: describes una sociedad en la que se comparten espacios de trabajo y transportes, en la que la ecología es una prioridad y no una opción, en la que las marcas blancas son prácticamente la única alternativa y en la que casi todos los actos cotidianos pueden ser medidos, valorados y por tanto, controlados a través de aplicaciones ¿No se lo pones muy fácil a quienes sostienen que sociedades así, basadas en la igualdad, atentan directamente contra la libertad?
O.E – Se lo pongo facilísimo. Porque la “libertad” de la que suelen hincharse el pecho es la de la supervivencia en una jungla donde todos son enemigos potenciales salvo el reducido grupo del que me rodeo (familiar, étnico, nacional…). Pero cualquier “libertad” que solo puede comprarse con dinero no es libertad, es privilegio.Si crees en la declaración universal de los derechos humanos, que es mi único credo irrenunciable, todo lo que contravenga esos derechos o satisfaga los de unos a costa de los de los otros no es libertad, es imponerse por la fuerza. A veces pongo un ejemplo extremo: si yo fuera inmensamente rico y comprara toda la producción mundial de trigo, arroz y soja, y la guardara en una cámara acorazada para venderla al precio que me apeteciera o me diera por quemarla (soy libre para hacerlo, porque en el esquema capitalista es de mi propiedad) ¿sería aceptable? ¿No tendría derecho el resto de la humanidad a frenar mis planes demenciales?Hay una larga serie de cosas que no pueden ni deben estar en manos de la decisión de un grupo reducido sólo porque tiene el poder del dinero o las armas. El bien común, el de todas las personas, debe ser la cortapisa a cualquier libertad. Se supone que ya lo es, pero en realidad el capital ha secuestrado el concepto invirtiendo el orden de prioridades porque hemos aceptado que ese invento que llamamos dinero regula la libertad de las personas de, por ejemplo, disfrutar un tratamiento contra una enfermedad grave o morirse.Esto no contradice la libertad de cualquiera para salirse del sistema y apañárselas por sí mismo, siempre que sus acciones no contravengan la libertad de los demás y sus derechos a la vida, la seguridad, la dignidad y el bienestar. La típica figura de quien se refugia en una cabaña del monte con su escopeta y no quiere saber nada ni que vengan a molestarlo sería posible, siempre que no decida salir a pegar tiros a los demás.Postdata: esos mismos paladines de la “libertad” (sigo entrecomillando porque creo en la libertad de verdad y eso no lo es) suelen esconder la bandera cuando se trata de permitir que personas del Sur global crucen la frontera para venir a labrarse un futuro entre nosotros.
H – Eres optimista, pero no ingenuo. Tanto en Reproducción social como en El futuro que hicimos adviertes de obstáculos que habría que salvar y de comportamientos que tendríamos que cambiar. Sin embargo, ¿crees realmente posible que España, o una República Plurinacional Federal Ibérica, podrían sobrevivir a un bloqueo internacional como el que pronosticas? Por otro lado, mucho de lo que propones, el cooperativismo, el teletrabajo, los espacios compartidos, etc., son, en algunos casos actuales, sinónimo de precariedad. Termina de convencerme de que ese futuro que has soñado es posible, porque quiero creer.
O.E – Pones el dedo en una llaga. Tenemos demasiados ejemplos de cómo cualquier iniciativa política que atente contra los intereses de las oligarquías, nacionales o mundiales, se ve asediada desde el primer momento en todos los flancos. Sería difícil que algo así tuviera éxito en solitario, por eso en “El futuro que hicimos” hablo de una Cooperativa Integral Internacional que, al menos, se da apoyo mutuo en lo económico y lo político.
Los intentos de desestabilización financiados desde el exterior, como las “revoluciones naranjas” que han reemplazado a los clásicos golpes de estado estilo Pinochet, con la complicidad de unos medios de comunicación obscenamente controlados por muy pocos dueños que son parte de esa oligarquía, además del boicot económico y la permanente amenaza de la intervención armada, son capaces de tumbar un país y muchas veces provocan un descenso al autoritarismo de líderes carismáticos que luchan por mantener el control frente a una guerra informal permanente, con la población pagando las consecuencias. En la precuela, “Memorias del futuro”, que me costó mucho más escribir que la novela en sí, intento abordar esa cuestión y me permito alguna licencia narrativa que quizá peque de optimista. La clave, quizá, está en que una inmensa mayoría de la población se sienta comprometida con el cambio y pueda resistir ese acoso, al tiempo que sus representantes sepan jugar magistralmente el juego de las relaciones internacionales para obtener dichos apoyos sin traicionar la confianza de sus representados. Es difícil, pero no sería imposible. Tal vez lo más delicado sería contrarrestar la avalancha de manipulación mediática que intentara alienar a una porción importante de la población.En cuanto a los nuevos modelos de organización laboral y económica, ocurre como con todo. El primer proletariado industrial tuvo que afrontar condiciones de vida horrorosas que dieron a luz, como respuesta, la teoría marxista y las ideologías emancipadoras de la clase obrera. Hoy parece que el empleo industrial que hace doscientos años era un espanto es un oasis de derechos, pero lo es porque la gente luchó porque así fuera y los poderes se vieron obligados a negociar. Parto del supuesto de que las nuevas actividades desarrollarán (ya lo van haciendo) su propia lucha por la dignidad y los derechos.
H – ¿Y qué nos cuentas de Cayetana? ¿Te inspiraste en alguien real para crear el personaje?
O.E – Quise contemplar esa nueva sociedad desde los ojos de quien se siente a disgusto con ella porque me parece el diálogo más interesante desde el punto de vista narrativo. Es una mezcla de personas que he ido conociendo, personalmente o por su perfil público. Puedo simpatizar con su perspectiva porque la he conocido en el mundo real. El nombre, obviamente, es un guiño a la actualidad y el mote de “los cayetanos” o el tema musical “todos mis amigos se llaman Cayetano”. Me divierte hacer esas cosas.
H – Reproducción social ha sido publicado, junto a los otros tres relatos finalistas del Premio Pragma, en la antología Tiempo de utopías (2021, Apache libros). Imagino que a estas alturas ya habrás leído las historias de Isabel Llodrá, Javier Font y Osvaldo Barreto. Cuéntanos, sin necesidad de ser políticamente correcto, qué tienen los otros tres relatos que no tenga el tuyo y viceversa.
O.E – “El arquitecto verde” plantea una discusión muy interesante entre dos ramas utopistas, la del tecnooptimismo y la del ecologismo. La historia en sí me parece algo forzada, pero es eficaz a la hora de contrastar ambas corrientes y muy entretenida.
“El Movimiento Nodo” me parece casi un ensayo con un nivel de conocimiento sobre las redes y la posibilidad de cooptarlas para el bien común del que yo, humildemente, carezco, y no pude evitar pensar paralelamente en el sistema de democracia digital participativa que tuve que inventarme para “El futuro que hicimos”, aunque naturalmente Isabel sabe mucho más que yo y lo desarrolla con un nivel de detalle envidiable.
“Madre robot” me emocionó y su calidad narrativa me pareció extraordinaria, aunque quizá es más distópica de lo que este premio requería no me extraña que le hayan hecho un hueco porque su lectura es una delicia. Yo soy mucho más optimista, seguramente.
H – El futuro que hicimos (Esdrújula Ediciones ,2017) cuenta con una precuela y una secuela aún no publicadas. Es evidente que se trata de un proyecto realmente importante para ti ¿Puedes hablarnos de su génesis y de cuándo podremos disfrutar de esas otras historias que lo complementan? ¿Cómo crees que sentará el paso del tiempo a ese futuro que has soñado? ¿Piensas que la evolución social, política y económica que vivamos en las próximas décadas estará en sintonía con el que has plasmado en tus obras?
O.E – Como decía al principio, del 15M han derivado muchas cosas. La entrada espectacular de Podemos en las europeas de 2014 no habría sido posible sin el mayo de 2011. Fue allí, aquella noche frente al Reina Sofía, gritando “sí se puede” a pleno pulmón, cuando mi cabeza decidió atreverse a soñar con que sí se podía y decidí escribir “El futuro que hicimos”. La deriva posterior de aquello, por más que no haya sido lo que me habría gustado, tampoco me ha hecho renunciar al sueño de la posibilidad.
El proyecto es importante para mí porque me ha dado un motivo para contar algo que quería, ese “sí se puede”. La idea siempre fue que el lector se sumergiera de tal modo en un futuro alternativo que se lo creyera, que no se desalentara y siguiera empujando por sacarlo adelante. Me repito, pero imaginar un mundo mejor es el único modo de intentar caminar hacia él.
Este tipo de visiones suele envejecer mal, sin embargo. Es difícil anticipar los desarrollos tecnológicos que nos aguardan, pero casi imposible prever si la crisis global en la que nos encontramos tendrá un desenlace autoritario y atroz o un resurgir de la genialidad que tenemos como especie para reordenar las prioridades y hacerle frente. La crisis es real y ya está aquí. La respuesta es lo que está en duda.
Me atrevo a pronosticar que habrá un poco de ambas cosas, aunque en la proporción y el grado en que nos afecte estará la clave. He conocido iniciativas en muchos ámbitos que me hacen tener una chispa de esperanza, y tampoco desdeño el puro egoísmo de quienes están al mando como factor de motivación para permitir cierto cambio por el temor a que les salpiquen las consecuencias. Sin embargo, tampoco desdeño el increíble poder de la estupidez y su peligrosa amplificación a través de las redes sociales que tiene hoy en día. No puedo ser concluyente, pero me conformaría con que tan solo algún aspecto de lo que he soñado acabara acercándose a la realidad.
H – En 2018 publicaste Hermanas (Esdrújula Ediciones). La defines como una novela de amor, una historia de maltrato y un viaje de descubrimiento hacia la sexualidad lésbica. ¿De dónde te nació la necesidad de contar algo tan íntimo y diferente?
O.E – El primer borrador de esa novela lo escribí con 23 años. En 1995, las relaciones entre personas del mismo sexo todavía eran algo que estaba saliendo del armario del rechazo social (aún no ha terminado el viaje, aunque es increíble lo mucho que hemos avanzado).
La chica con quien estaba por entonces me contó su pasada historia de amor con otra chica y me emocionó tanto la intensidad de sus sentimientos que quise narrar la historia de una mujer que se descubre deseando y amando a otra tras cuarenta años sin habérselo planteado siquiera. También me topé de bruces con la realidad del machismo cotidiano con aquella novia de entonces y su entorno familiar. Yo venía de una familia en la que no se me dieron los privilegios “por defecto” que en la época habría tenido como único chico con cuatro hermanas menores (alguno hubo, pero esos los tuve que ir descubriendo con el tiempo) y chocar con otro mundo en el que los hombres se quedaban pegados a la silla mientras la madre y las tres hermanas se ocupaban de todas las tareas me pareció una marcianada indignante (casi me meto en un lío cuando me levanté a recoger la mesa sin pensarlo la primera vez).
También descubrí con espanto que existía el maltrato machista en personas de aquel entorno, y aquello me hizo estallar la cabeza. Había muchas cosas que tenía que contar a través de una historia y, por tanto, cogí el bolígrafo y la escribí.
H – Dicen las malas lenguas que tienes escritas siete novelas más ¿Verán la luz alguna vez? No es fácil encontrar una editorial que apueste por las temáticas que sueles abordar pero, ¿A qué se debe que no hayas optado por la auto-publicación, tan habitual en nuestros días? ¿Estás a favor o en contra?
O.E – Tengo más que siete, porque desde el confinamiento me puse a reescribir mi primera novela larga de fantasía épica y ya voy por la sexta parte. No me he autopublicado hasta ahora porque requiere una cantidad de tiempo, esfuerzo y dedicación que no tengo, y acabar con cajas de libros impresos cogiendo polvo sería lamentable. Tampoco me consideraba lo bastante bueno hasta que Esdrújula me dio la primera oportunidad, casi por casualidad, aunque desde entonces he aprendido a valorarme más. Y, ya que lo mencionas, he probado a hacer una autoimpresión modesta del primer libro de esa novela de fantasía que te comentaba, a ver si obtengo buena respuesta de mis lectores beta y me animo a sacar el tiempo para intentarlo. De todos modos, las editoriales son las profesionales que saben cómo producir un libro con calidad y tienen los canales de distribución y promoción, así que sigue siendo mi apuesta favorita.
Espero que, con dos libros ya publicados y un relato premiado, consiga llamar la atención de alguna de las que apuestan por el género. Pero tengo un lastre, y es que soy incapaz de ser breve (como demuestra la extensión de mis respuestas), lo que me convierte en una apuesta muy arriesgada para cualquier editor en un mercado donde sólo los escritores de renombre vencen el recelo a invertir dinero en un ladrillo de más de quinientas páginas.
H – Háblanos de tus proyectos más inminentes. Dices que te sientes más cómodo escribiendo novelas que relatos. ¿Cambia algo este premio?
O.E – Supongo que no. Como decía, me cuesta ser breve. Sin embargo, “Memorias del futuro” es una colección de relatos más que una novela, así que depende de la extensión que necesite para contar lo que tengo que contar.
H – ¿Algún consejo para quien quiera dedicarse a escribir?
O.E – Es imposible corregirse a uno mismo. Si estás dispuesto a lanzarte a publicar, autopublicar o presentarte a concursos, recomiendo mucho invertir en los servicios de un corrector. Aparte de eso, te deseo suerte.
H – Recomiéndanos un autor o autora. Solo uno/una.
O.E – Ursula K. LeGuin. Una de mis maestras.
H – No dudéis en seguir a este comprometido autor. No nos cabe duda de que nos dará muchas alegrías literarias en el futuro. Los enlaces a sus redes son:
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