A Palahniuk le encanta sacar todo lo sucio, absurdo y corrupto de la sociedad. Jugar con ello, convertirlo en un chiste (¿de mal gusto?), y arrojártelo a la cara. Tú decides si te diviertes con ello, lo consideras inapropiado, desagradable o si lo elevas al altar de la literatura outsider con mensaje. Para mí es LITERATURA con mayúsculas. Para otros, una burla al lector. Y es que en sus obras siempre subyace una especie de filosofía de demolición, atacando al sistema, ridiculizando las convenciones sociales y poniéndose del lado de los marginados, los fracasados y los desahuciados.
Comienza la novela advirtiéndote que lo que sigue, no te va a gustar. A continuación nos presenta al protagonista en su más tierna infancia, Victor Manzini, con ‘adjetivos’ del tipo ‘pequeño mierdecilla’ y expresiones similares. A los pocos capítulos ya rebasa cualquier descripción escatológica imaginable por la gente de bien, así que aquell@s que sigan leyendo serán seres sin salvación posible. Y lo que est@s condenad@s encontrarán será un argumento algo errático que por momentos parecerá una simple sucesión de anécdotas rocambolescas, pero que poco a poco, irán componiendo el puzle de su vida: un estudiante de medicina fracasado, hijo de una activista de cuestionable salud mental, y que como probable secuela de su infancia, se ha convertido en un adicto al sexo. Nada en Manzini es habitual; trabaja en un parque temático bastante peculiar y completa su sueldo fingiendo cada noche que se ahoga en algún restaurante hasta que alguien le ‘salva’. Alguien que se sentirá como un héroe, responsable de él o superior a él, no importa, pero que durante un tiempo mantendrá el contacto y le ayudará con sus problemas económicos.
Leer a Palahniuk es un ejercicio extraño. No para de sorprenderte, de introducir pequeños giros y sorpresas y de hacerte sentir culpable por divertirte con ciertas situaciones. Es el portavoz de los repudiados y los hace visibles tras esa cortina de escatologías y situaciones alocadas. En esta novela las numerosas escenas sexuales son crudas y directas, de tono cómico y nada sensuales. Aborda temas como la drogadicción o la religión con un humor negro no apto para todos los estómagos. Y la crítica social y el ataque al capitalismo están ahí, omnipresentes. O tal vez todo sea una broma del autor y se trate únicamente de una gamberrada que intenta sacar al revolucionario que, probablemente, no llevas dentro. Lo único seguro es una cosa: si eres hipocondríac@, no debes acercarte a esta novela o lo pasarás muy mal.