Rosy & John, o Jean, no son una pareja al uso aunque el título nos lleve a equívocos. Son madre e hijo. Tampoco tienen una relación maternofilial normal.
Rosy & John no es una novela negra al uso. Sin embargo los protagonistas pueden ser prototipos del noir más profundo. Pierre Lemaitre es un maestro indiscutible de la novela negra. No necesita mucho: dos personajes, menos de 200 páginas, tres días, un espacio reducido, al igual que el tiempo, como puede ser la sala de interrogatorios de la comisaría y el lector no puede soltar el libro desde que comienza a acompañar a Camille Verhoeven, el comandante que, ni mucho menos, es el investigador usual del género. Con una sensibilidad fuera de lo común, no deja ningún cabo suelto; prácticamente dirige los casos, desde que se presentan. Sin abandonar su sexto sentido, avalado por los resultados de los informes, consigue que en los actos del sospechoso se planteen enigmas que tienen en vilo al lector.
Quienes lo conocemos de Irene sabemos que su personalidad, de alguna forma atormentada por su condición física, es brillante, sarcástica consigo mismo y completamente humana con los demás. Ha sufrido lo suficiente como para empatizar con aquellos que no se ajustan a la norma.
Lo mejor de Verhoeven es que, a pesar de su pequeña estatura, a pesar de no emplear la violencia, a pesar de dar la impresión de estar en un segundo plano para que el verdadero protagonista sea el sospechoso, es el eje principal del caso y la narración.
Lemaitre orienta la novela desde un punto de vista opuesto a los hechos, esto supone que el lector vaya descubriendo lo ocurrido al mismo tiempo que el comandante y supone, también, que Camille deba ver la situación desde otro enfoque al esperado.
Cuando leí Irene quedé fascinada por la escritura y desolada por el final; juré que no volvería a leer algo tan doloroso. Pero mi hijo está maravillado con la trilogía de Camille Verhoeven, así que dejándome llevar por él me “he atrevido” con Rosy & John y estoy deseando retomar a Camille con Alex.