La última novela que he leído es interesante, ágil, escabrosa más por lo sugerido que por lo detallado, con lo cual se puede seguir fácilmente, aunque alguna sorpresa haga renegar del ser humano o al menos cuestionar su humanidad. «…impactada por el contraste entre la fama del chico y lo poco que se prestan sus admiradores a soltar la guita […] El individualismo imperante no perdona».
La reflexión sobre nuestra capacidad para conservarnos y conservar está presente en el argumento de Planeta, la tercera entrega de la inspectora Camino Vargas, creo que una policía indispensable de la novela negra española. No sé cómo se las ingeniará Susana Martín Gijón, pero la saga de Vargas debería continuar.
El planeta está en peligro. Los hombres lo están llevando a la quiebra y ahora hay toda una red de defensores que quieren castigar de manera ejemplar a la raza humana para que, por fin, sea consciente de las barbaridades cometidas. El problema es que nada que tenga que ver con el fanatismo puede considerarse ni advertencia ni ejemplo, solo locura, terror y más destrucción.
Los asesinos, no les daremos otro nombre, aprovechan las fuertes lluvias que están asolando Sevilla durante días para idear un plan que llevará a la capital andaluza al apocalipsis. El planteamiento es incómodo, no cabe duda; la denuncia social es patente, también la de la actuación política. Susana Martín llama al compromiso con lo que nos rodea, con lo que es nuestro y, por dejadez, por avaricia lo estamos destrozando. Por supuesto, los primeros a quienes pasa factura cualquier despropósito, son los más necesitados. La autora lo sabe y nos lo hace saber a todos.
No cabe duda de que Martín Gijón ha sabido aunar la labor policíaca del conjunto con la existencia ordinaria de cada figura en una trama negrísima, que saca lo peor del ser humano. Somos vulnerables, está claro, pero los personajes de Planeta son capaces de convertirse en héroes en un momento, haciendo que no todo esté perdido y que merezca la pena habitar este mundo.