El conflicto del Sáhara Occidental continúa tras más de 40 años: Benjamín Prado introduce al profesor y detective Juan Urbano en una búsqueda imposible de llevar a cabo si pretende ser fiel a la historia, pero construye una novela densa, repleta de misterios, negocios lucrativos y sorpresas finales donde, como en la propia historia, pocas cosas son lo que parecen.
Benjamín Prado construye una historia sobre los sucesos en que, en el último cuarto del siglo XX se vieron implicados Marruecos, España y, por supuesto las grandes potencias; la decisión de los reyes y gobernantes cuya mayor pretensión era seguir ostentando el poder sin tener en cuenta a los habitantes de esos países: engaños, amenazas, asesinatos, torturas… todo valía con tal de que el poder y el dinero siguieran en manos de los poderosos. Negocios turbios que destrozaron el medio ambiente para engrandecer a quienes los llevaron a cabo. En este cronotopo real, Prado escribe su propia realidad ficticia, en la que Juan Urbano e Isabel Escandón son los protagonistas que, casi sin pretenderlo, viven una trama detectivesca.
He observado la rebeldía del autor contra los valores sin referentes culturales, por eso su obra está repleta de citas intertextuales alusivas a los clásicos del Siglo de Oro, de las que se vale para recordar lo que dijeron en sus versos Quevedo, Góngora o Shakespeare sobre la ocultación, la violencia del dinero o las consecuencias de las ansias ilimitadas de poder.
Benjamín Prado se distancia de lo narrado para ubicarse en la posición de testigos, protagonistas indirectos de sucesos relacionados con el rey y que si primero fueron apoyados luego serían perseguidos, porque la envidia y los enredos de estado no tienen límite. Este distanciamiento de los hechos sirve para tomar una posición tranquila que evidencia la capacidad reparadora de la memoria. ¡Y qué pronto lo olvidamos!