No había leído nada de Benjamin Black y después de terminar esta novela estoy desolada. En fin, desolada por varias razones: ha recibido el premio Kafka, el Príncipe de Asturias, el austriaco de Literatura Europea, el Man Broker… y yo no sabía de su existencia. Tampoco conocía que su nombre verdadero es John Banville pero le gusta firmar con seudónimo cuando escribe novela negra. Esto tiene arreglo, claro. Y demuestra que estaré aprendiendo hasta el final.
Otra razón de mi inquietud es que el final de Las hermanas Jacobs me ha dejado cierto pesar aunque, no obstante, no me ha impedido disfrutar de la prosa de Black.
Según afirma la editorial en la solapa del libro, Las hermanas Jacobs es la primera novela en la que el policía Strafford y el patólogo Quirke investigan juntos un caso. Creo que nunca saldrá a la luz literaria una pareja con menos magnetismo entre ellos. Precisamente por eso los lectores esperamos constantemente ver cómo se mueven en la investigación, pero va cada uno por su cuenta y cuando se juntan es como si saltaran chispas entre ellos. No pueden ser más diferentes. En eso reside el encanto, en la originalidad de unir a dos perdedores atormentados que sobrellevan su desgracia de forma totalmente distinta. Mientras el médico es rencoroso y amargado, el policía es algo abúlico, probablemente por su complejo de inferioridad.
Creo que hay que convenir con Black en que la raza humana, además de estúpida, es peligrosa.
Las hermanas Jacobs es una acusación implacable del odio atemporal y del rencor actual