La exploración espacial y la búsqueda de nuevas civilizaciones son dos temas que resultan apasionantes y no es de extrañar que hayan sido tratados en numerosas ocasiones en la ficción. Desde las décadas de los 50 y 60, las series de televisión más populares nos han llevado al espacio profundo en viajes más allá de las estrellas, nos han descubierto nuevos mundos y formas de vida alienígenas sorprendentes. Pero algunas de las series clásicas, como Star Trek, Lost in Space o The Twilight Zone, al margen del puro entretenimiento nos planteaban algunas cuestiones filosóficas y éticas sobre el significado de la humanidad. ¿Qué desafíos tendríamos que afrontar al explorar lo desconocido? ¿Cómo sería el posible contacto alienígena? ¿Qué significado tiene el concepto de civilización?
¿Estamos preparados para afrontar el reto espacial?
Conceptos previos
El espacio es una de las últimas fronteras que aún le queda por traspasar a la humanidad, y tal vez esta sea su empresa más ambiciosa. Desde sus inicios, la exploración espacial ha estado impulsada por la curiosidad innata del ser humano por descubrir lo desconocido y alcanzar nuevos horizontes científicos y tecnológicos. Pero además (¿por qué no reconocerlo?), un componente de orgullo y ambición como especie subyace en esta carrera por alcanzar las estrellas.
La búsqueda de nuevos mundos y la exploración de planetas es a la vez una lucha por la comprensión del universo y del lugar que ocupamos en él. Al explorar cuerpos celestes como Marte, Europa (la luna de Júpiter) o exoplanetas, los científicos tratan de dar respuesta a preguntas de gran relevancia: ¿Cómo se originó la vida? ¿Estamos solos en el universo? La tecnología desarrollada para estos viajes repercute, además, en avances aquí en la Tierra, desde nuevas formas de energía hasta innovaciones en telecomunicaciones y medicina. La ficción científica juega aquí un papel destacado, anticipando las dificultades que podríamos encontrar en el futuro y proponiendo alternativas y tecnologías que puedan resolver las cuestiones planteadas. Dicho en palabras de Jules Verne: “Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad.”
Sucede que la posibilidad de colonizar otros planetas ha dejado de ser un sueño, o una idea irrealizable propia de mentes excéntricas, para convertirse en un objetivo a largo plazo en el que ya trabajan, desde hace años, las agencias espaciales y empresas privadas como SpaceX. La Luna y Marte son dos de los principales candidatos para ser habitados en el futuro. Pero la colonización de otros mundos no solo sería una enorme hazaña tecnológica, sino también una estrategia de pura supervivencia que ofrecería a la humanidad una bola extra, una «salida de emergencia» en caso de que nuestro planeta enfrente una catástrofe global o se vaya definitivamente al carajo por nuestra propia estupidez.
Pero la exploración de nuevos mundos no se limita a la búsqueda de vida o a la expansión de la especie humana. También abre la puerta a la explotación de los recursos espaciales, como minerales y agua, que podrían ser clave para la economía del futuro. La minería en asteroides, por ejemplo, tiene el potencial de proveer materiales valiosos y raros en la Tierra, mientras que el agua encontrada en la Luna o en Marte podría ser esencial para la vida y los combustibles espaciales.
Todo esto genera cuestiones éticas sobre temas como la propiedad, el uso de los recursos o el impacto sobre los posibles ecosistemas extraterrestres. ¿Quién tiene derecho a colonizar o explotar estos planetas? ¿Qué sucede si encontramos vida microbiana en Marte u otro lugar?
La exploración espacial ha sido, y seguirá siendo, una fuente inagotable de inspiración para el arte, la cultura y la ciencia ficción, que nos permite soñar con futuros donde la humanidad haya establecido civilizaciones en otros planetas. Esta visión moldea la forma en que nos imaginamos el futuro, y puede motivar a las nuevas generaciones a involucrarse en ciencias y tecnología. Es decir, la ficción científica, además de entretenernos, tiene una función social imprescindible.
Literatura espacial y civilizaciones de novela
En la ficción, la idea de la exploración espacial y la búsqueda de nuevas y desconocidas civilizaciones hunde sus raíces en la literatura de ciencia ficción del siglo XIX. Sin embargo, aunque pueda parecer algo relativamente reciente, los conceptos básicos preceden a este periodo en ideas filosóficas y literarias anteriores.
Somnium, la obra póstuma de Johannes Kepler publicada en 1634, y considerada una de las primeras obras de ciencia ficción, ya describe un viaje imaginario a la Luna. Aunque esta obra no se centra en la exploración de nuevas civilizaciones, introduce la idea de viajar fuera de la Tierra para observar otros mundos, sentando las bases para la ficción sobre la exploración espacial.
Años más tarde llegaría el Micromégas (1752) de Voltaire, un cuento filosófico que narra las aventuras de un ser extraterrestre gigante proveniente de una estrella cercana que visita la Tierra. Micromégas es uno de los primeros relatos en incluir la presencia de seres inteligentes fuera de la Tierra, lo que implica la posibilidad de otras civilizaciones en el universo.
Llegando al más cercano siglo XIX, Edgar Allan Poe (un pionero también en este campo) nos dejó uno de los primeros relatos modernos de anticipación científica: La aventura sin igual de un tal Hans Pfaall (1835). Poe describe un viaje en globo hasta la Luna, donde el protagonista espera encontrar habitantes selenitas. No detalla civilizaciones avanzadas, pero la historia toca el concepto más allá de la Tierra, desde una perspectiva más o menos científica.
Y, más cerca en el tiempo, nos topamos con dos de los grandes precursores de la ciencia ficción espacial: Jules Verne, con títulos como De la Tierra a la Luna (1865) y Alrededor de la Luna (1870), donde trata el viaje espacial conforme a los datos científicos más rigurosos y avanzados de su época; y H.G. Wells que, con La guerra de los mundos (1898). es uno de los primeros autores en imaginar una civilización avanzada, en este caso marciana, que invade la Tierra. La obra de Wells es fundamental en la evolución del concepto de civilizaciones alienígenas en la ciencia ficción, con el añadido de adelantar la posible amenaza de un contacto alienígena.
A partir del siglo XX se populariza el género de la mano de autores y obras como Edgar Rice Burroughs, Una princesa de Marte (1912), Hugo Gernsback, Un viaje a Júpiter (1918), H.P. Lovecraft, En las montañas de la locura» (1931), y posteriormente, con los autores de la llamada Edad de Oro de la ciencia ficción, con Isaac Asimov y su saga Fundación (iniciada en 1942) como máximo exponente.
De la literatura a la televisión pasando por el cine.
Y es, precisamente, este movimiento literario de la Edad de Oro de la ciencia ficción el que daría lugar durante las décadas de 1950 y 1960 a una verdadera oleada de películas de ciencia ficción, aunque ya había notables ejemplos previos, como la impresionante The things to come (1936), con guion del mismísimo H.G. Wells, en la que la catarsis de una guerra mundial transforma la civilización humana y la impulsa hacia las estrellas. En la memoria de los aficionados al cine de esta época quedan también películas como Con destino a la Luna (1950), El día que la tierra se detuvo (1951), Planeta Prohibido (1956), La semilla del espacio (1962) o Terror en el espacio (1965).
Esto sería secundado por la aparición de las primeras series del género en televisión con historias de colonización de otros mundos, interacciones con civilizaciones alienígenas y los dilemas éticos de los viajes espaciales. En estas series, el espacio es visto como la frontera final, un vasto e inexplorado universo lleno de posibilidades, peligros y descubrimientos por realizar. Esta idea es la esencia del espíritu aventurero, la necesidad de explorar lo desconocido, de buscar respuestas a preguntas existenciales y de encontrar nuestro lugar en el cosmos. Los vastos rincones del espacio o los lugares más remotos de la Tierra pueden albergar vestigios de civilizaciones avanzadas que se han extinguido o han desaparecido misteriosamente. Si estas historias resultan tan fascinantes es porque nos hablan del temor y la atracción por lo desconocido, explorando el destino de las grandes sociedades y la posibilidad de que nuestro propio legado pueda ser algún día redescubierto por sociedades futuras.
Series
La exploración espacial y la búsqueda de civilizaciones perdidas comenzaron a tomar forma en televisión a partir de los años cincuenta del pasado siglo. Cuando el medio televisivo se popularizó, aparecieron series, en inicio un tanto artesanales y limitadas, pero imaginativas, como Space Patrol y Tom Corbett, cadete espacial. Sin embargo, fue en la década siguiente cuando estos conceptos realmente se consolidaron a través de series como Star Trek: The Original Series, que estableció muchas de las convenciones y tropos del género que aún funcionan en la actualidad. Otras series de la época y décadas posteriores, como Doctor Who o Space: 1999 siguieron ampliando el campo y demostrando que la ciencia ficción televisiva tenía mucho que ofrecer.
La serie estadounidense Space Patrol (1950-1955) fue una de las primeras en mostrar la exploración del espacio en la televisión. El programa se emitía en directo (más o menos, porque contenía partes pregrabadas) y mostraba las aventuras del Comandante Buzz Corry y su tripulación a bordo de la nave espacial Terra V, mientras patrullaban la galaxia, resolviendo crímenes espaciales y enfrentándose a amenazas interestelares y alienígenas. El programa fue emitido también en radio y estaba dirigido a un público infantil y juvenil, pero sus conceptos de ciencia ficción complejos y novedosos le ganaron adeptos entre el público adulto.
Otra serie similar fue Tom Corbett, Space Cadet (1950-1955), también dirigida principalmente a una audiencia juvenil. La serie presentaba las aventuras futuristas de unos cadetes espaciales, su entrenamiento y misiones en la exploración de planetas y sistemas estelares, topándose a veces con extrañas civilizaciones. Su éxito la convirtió en una de las primeras franquicias multimedia de ciencia ficción transmitiéndose a otros medios como la radio o el comic.
También de esta época resulta interesante la serie Captain Video and His Video Rangers (1949-1955), de temática similar a las anteriores y también dirigida a un público juvenil. La serie fue pionera en mostrar algunos elementos habituales en la ciencia ficción, como pistolas de rayos desintegradores, comunicadores espaciales y otros inventos tecnológicos, a menudo imposibles, pero que inspiraron a creadores posteriores.
En la década de los 60, para muchos (entre los que me incluyo) considerada una época dorada de la ciencia ficción televisiva, el género alcanza un punto álgido de expresión. Una serie tan mítica e influyente como The Twilight Zone (1959-1964), aunque no tratara exclusivamente temas se ciencia ficción, sí abordó en varios episodios la exploración espacial y el contacto con civilizaciones extraterrestres. Por ejemplo, el episodio «To Serve Man» presenta una raza alienígena que contacta con la Tierra con intenciones aparentemente benevolentes, pero con un giro siniestro.
Sin duda la serie más importante y que mejor ha representado la exploración espacial y la búsqueda de civilizaciones es Star Trek: The Original Series (1966- 1969). ¿Quién no ha hecho (o al menos intentado) el saludo vulcaniano? Bajo la premisa de «explorar nuevos mundos extraños, buscar nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones», la tripulación de la USS Enterprise, una nave espacial de la Federación Unida de Planetas, viaja en el siglo XXIII por el universo, encontrando y contactando con una variedad de culturas alienígenas.
Aunque la serie creada por Gene Roddenberry no fue un éxito rotundo inicialmente (de hecho fue cancelada tras la tercera temporada), sí alcanzó una fama posterior que dio inicio a un proceso de renovación continua que ha perdurado hasta nuestros días. Roddenberry creó una «serie de aventuras en el espacio» familiar, pero que fue mucho más allá por su implicación social y política. Star Trek fue concebida como una forma de tratar temas contemporáneos, trasladando la acción a un futuro utópico donde la humanidad ha superado sus divisiones de sexo, raza, religión y nacionalidad. En Stark Trek se vio por primera vez en la televisión un beso interracial. Además, la serie mostraba a mujeres asumiendo puestos de responsabilidad y a personas de razas diversas razas trabajando en condición de igualdad (para que hablen algunos ahora de ideología Woke en la pantalla). Las innovaciones de Star Trek convirtieron a la serie en un pilar del género, y en la actualidad continúa siendo una de las franquicias más reconocidas y reconocibles de la ciencia ficción.
En Lost in Space (1965-1968), la familia Robinson queda varada en el espacio mientras intentaba colonizar un nuevo planeta. Esta serie mezcla la aventura con la exploración de planetas y encuentros con civilizaciones y criaturas alienígenas. Aunque tiene un tono aún más familiar y menos profundo que Star Trek, fue bastante popular y ayudó a avivar el interés por estos temas durante unos años en que la carrera espacial entre los EEUU y la URSS estaba en su punto álgido. Además la serie trajo algunas novedades técnicas, como el uso de maquetas y escenarios detallados, que han servido de ejemplo para la ciencia ficción televisiva posterior.
A rebufo del éxito de The Twilight Zone, la serie antológica de ciencia ficción The Outer Limits (1963-1965) también incluyó episodios con la exploración espacial y el contacto con civilizaciones extraterrestres como ejes centrales, además de otros temas relacionados como experimentos científicos o distopías futuras. Su enfoque era más adulto que otras series de la misma época, y los episodios trataban temas como el contacto extraterrestre o los peligros de la ciencia y la tecnología avanzadas desde una perspectiva más sombría y existencialista.
He dejado a propósito para el final la serie más mítica y relevante de las mencionadas en este artículo: Doctor Who (1963-presente). La serie de ciencia ficción más longeva de la televisión es probablemente también la más original en cuanto a su propuesta. Aunque comenzó en 1963, alcanzó su primer pico de popularidad en las décadas de 1960 y 1970, además de experimentar un renacimiento en 2005. La serie sigue al Doctor, un Señor del Tiempo, que viaja a través del tiempo y el espacio en la TARDIS. El Doctor explora no solo diferentes épocas históricas, sino también infinidad de mundos y civilizaciones alienígenas.
Uno de los conceptos más importantes en la serie es la regeneración, que permite que el Doctor cambie de apariencia y personalidad cada vez que muere. Vamos, una solución ingeniosa para reemplazar al actor principal, pero que funciona de lujo desde el punto de vista narrativo. La regeneración ha permitido una diversidad en el personaje del Doctor, presentándolo con distintas edades, géneros, actitudes y estilos de vida, etc. A pesar de identidad fluida del Doctor, se mantiene una esencia básica del personaje que, en lugar de recurrir a la violencia, utiliza la inteligencia, la diplomacia y la compasión para resolver conflictos, lo que lo convierte en un héroe totalmente inusual dentro de la ciencia ficción.
Doctor Who no deja de ser una serie de aventuras para un público amplio que utiliza el humor tanto para aligerar el conflicto narrativo como para servir de instrumento de crítica social. Además, sus episodios también han reflexionado sobre asuntos como el racismo, la guerra, la moralidad de las decisiones tecnológicas, los derechos de los individuos y la naturaleza del bien y el mal. La estructura de la serie, con viajes a través del tiempo y el espacio, permite una increíble flexibilidad creativa. Los escritores de la serie nos llevan en los diferentes episodios a otras épocas históricas (presentas o futuras), planetas distantes o a una realidad alternativa, mezclando géneros con total naturalidad, incluso dentro de un mismo episodio: desde aventuras espaciales hasta dramas históricos, pasando por el horror y la comedia. Este amplio abanico temático, junto con el concepto de regeneración, permite que la serie se renueve constantemente, manteniendo al público intrigado con nuevos mundos, civilizaciones y dilemas morales.
Un artículo de Alberto de Prado
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