De la novela sentimental, Nuria Quintana adopta la descripción minuciosa, larga, cuya misión es ser depositaria de la función poética, literaria con la que, mediante un lenguaje sencillo, consigue que fluyan la belleza y los sentimientos, de manera que el lector se siente atrapado en una narrativa amena con un punto de intriga. Lo que ayuda a crear esta tensión es el cambio de narrador en primera persona, pues las confesiones de un personaje, que hacen partícipe al lector, están vetadas para otros, que llegan a la desesperación y a la locura.
La historia se presenta como algo individual, donde la casa y la naturaleza que la rodea se erigen por sí mismas como protagonistas absolutas para decidir lo que les ocurrirá al resto. De hecho, los acontecimientos históricos, externos, sociales pueden desligarse de la trama, a pesar de constituir el periodo más convulso del país. La guerra es un detalle más, algo que marca el antes y el después, pero lo que condiciona a los protagonistas, son realmente la naturaleza y la casa como símbolos maternos, de destrucción.