Tiempo subjetivo. Con él comienza Enigmas para un rey, recordándonos que vamos a percibir el tiempo de forma peculiar «Marcaba 20:20:15 e iba hacia atrás […] y seguía bajando. Aunque fuera imposible, les parecía que cada vez iba más rápido. La sensación de que el tiempo se les escapaba era asfixiante» Lo que sienten los personajes es la impresión que tiene el lector desde el primer momento. No hay tregua, ni para ellos ni para nosotros. El tiempo va a jugar a su antojo, irá hacia donde le convenga al asesino que unirá hechos anteriores con un futuro premonitorio en el presente más angustioso. Y este llega, para sorpresa de todos, en el Capítulo 6 que anuncia que el tiempo ha corrido, 6 meses después. La tregua para el equipo de Marco Duarte ha llegado a su fin, aunque pronto sabremos que todo comenzó 6 años antes, en Brujas. Está claro, no hay espacios ni tiempo que limiten los actos de esta Bestia.
Javier Marín construye por separado una sucesión de hechos, dando la impresión de que el tiempo ha pasado y el fatal desenlace ha tenido lugar. Sin embargo, los lectores relacionamos mentalmente esas escenas que, aun pareciendo aisladas, son las causantes de que se genere en nosotros una tensión creciente. La duración de la exposición de cada escena es corta, lo que consigue un ritmo in crescendo hasta llegar al clímax del suceso, algo que no olvidaremos con facilidad.