Está claro que el paisaje de esta novela queda alejado de cualquier tipo de vida conocido. Envueltos en un ritmo lento, los personajes parece que estuvieran atrapados a bastantes grados bajo cero y ese frío es el que despiden en las relaciones que mantienen. No encontramos cercanía en el trato; conforme nos vamos adentrando en El reino somos conscientes de que todos ocultan algo, como si una helada permanente hubiera congelado sus actos para que no pudieran manifestarlos a los demás.
La trama es impactante y oscura; nada es lo que parece, la calma narrativa se une a la personalidad sombría de un protagonista torturado por la culpa, traumatizado desde la infancia en un ambiente familiar tenebroso y espeluznante.
Jo Nesbø escribe una novela negra monumental, no solo por sus más de seiscientas páginas sino porque aquello que rodea los páramos de Noruega forma parte de un thriller gigantesco que abarca todas las pasiones humanas, desde el amor al odio pasando por la amistad, el rencor, la empatía, la envidia, la corrupción, el maltrato, el miedo y, por supuesto, el asesinato.
La novela está repleta de pinceladas de crítica social, hasta que llegamos al final y encontramos la verdadera denuncia al gobierno, a las autoridades que, impasibles, ven cómo aumenta el número de víctimas sexuales y por maltrato de género.