Ha sido un lujo leer la última novela de Michael Connelly al mismo tiempo que lo han podido hacer en EE.UU. porque de esta manera evitamos las interferencias que nos llegan y que pueden anular alguna que otra sorpresa.
El camino de la resurrección se ha publicado simultáneamente en Norteamérica y en España, aquí hemos de agradecérselo a la editorial AdN. En fin, será otra consecuencia de la globalización.
En este caso, los hermanastros Harry Bosch, expolicía, y Mickey Haller, prestigioso abogado, siguen su andadura para traernos un caso bastante complicado. A Haller le llegan cartas de encarcelados que afirman su inocencia y Bosch, contratado como investigador personal, se dedica a estudiar las causas criminales por si realmente existe la posibilidad de que se haya cometido una injusticia.
Aquí aparece Lucinda Sanz, encarcelada desde hace casi cinco años por haberse declarado culpable del asesinato de su exmarido, Roberto Sanz, un agente del sheriff. Todo parece claro pues se parte de una confesión de la exmujer, pero algo ven en los informes que no encaja y deciden apostar por su inocencia. Conforme van adentrándose en los hechos, la posibilidad de que Lucinda sea culpable se va esfumando; estaba en juego la credibilidad y honestidad del departamento del sheriff y las camarillas que formaron para hacer cumplir la ley que, como a cualquier grupo, y más aun armado, que actúa por su cuenta es fácil que la objetividad se le vaya de las manos y tenga en cuenta sentimientos personales, racistas o de odio, que inclinen la balanza hacia la injusticia y el terror de los ciudadanos.
En el caso de esta prisionera han de volver a investigar los hechos bajo un prisma diferente, pues aprovechándose de avances científicos y de la mala praxis del abogado anterior, intuyen un complot para que la mujer pareciese culpable.