En Belleza Roja existe una pasión de delirio paranoico, por parte de las mujeres, que las lleva a sentirse acosadas entre ellas. Curiosamente los hombres no muestran envidia hacia los demás, creando un matriarcado familiar digno de figurar entre las descendientes de Abel Sánchez.
Belleza roja es la tragedia de la mujer que se autodestruye y, para ello, destruye.
Y me he centrado en las mujeres porque creo que es donde está el problema. Los hombres son detestables, peleles sin personalidad que intentan suplir su complejo de inferioridad con una mujer bella a su lado. Así de viriles. Así de machistas. Fernando es un obseso de las mujeres jóvenes hasta que cae en lo más bajo: abusar de menores. Teo tiene tan poca ética que prefiere estar con su mujer sólo por tener al lado a su cuñada; Sara le aporta sexo pero Lía es quien lo satisface. Incluso el protagonista, el inspector Santi Abad, representa al típico hombre incapaz de estar con una mujer si no es ocupando el lugar secundario que le corresponde. Y puede llegar al maltrato físico o verbal.
En fin, también Belleza roja es la inconsciencia masculina que desbarata una y otra vez el mundo femenino. Espero que en las siguientes entregas, Portabales coloque junto a Ana Barroso, la única mujer sincera, fuerte e inteligente de la novela, un protagonista a su altura para que disfrutemos nuevamente de una lectura que oscila entre la tranquilidad del ritmo de un narrador en tercera persona, la reflexión de la primera (en Lía), el dinamismo de los diálogos, la rapidez de las onomatopeyas que reflejan las acciones de los personajes y el misterio de las transcripciones de llamadas telefónicas, en las que imaginamos al interlocutor que está al otro lado de la línea.