“La utopía de unos es el infierno de los otros”
Las grandes crisis se pueden encarar de dos formas: mirando al futuro con optimismo, o aferrándose a la falsa sensación de seguridad que ofrece lo conocido. Avanzando por un nuevo camino, o retrocediendo. La primera vía mantiene vivos los sueños. La segunda, pretende volver a empezar sin repetir errores.
Imaginad un futuro en el que la humanidad se haya tenido que enfrentar a esta disyuntiva y coexistan dos sistemas completamente opuestos. Uno en el que el pez grande no haya devorado al chico y ambos eviten el contacto hasta el punto de nadie sepa realmente cómo viven al otro lado de la frontera. ¿Acaso no pensarían los ciudadanos de ambos bandos o naciones, que su forma de vida es la correcta? Aunque siempre hay disidentes, claro. Siempre hay quienes piensan que les iría mejor traspasando límites y rompiendo cadenas.
Si los ciudadanos de cualquiera de los dos sistemas pudiesen comparar, se dejarían encandilar por todo aquello de lo que carecen; mirarían a “los otros” con los ojos de quien descubre un mundo nuevo repleto de posibilidades que ni había imaginado. Ningún sistema es perfecto y, cuando se ansía lo que tiene el vecino, comienza una rivalidad que puede desembocar en la aniquilación de uno de los dos bandos.
“No estoy seguro de que los principios más elevados de un pueblo garanticen la prosperidad y la supervivencia de sus miembros”
Holocracia es una entretenida novela de aventuras que esconde, tras su primera capa, una maravillosa propuesta especulativa y exenta de ingenuidad gracias a su dimensión antropológica. Una obra que se atreve a proponer un nuevo sistema de organización apoyado en las temidas IAs. Que nos habla de nuestra propia naturaleza y de por qué no avanzamos como deberíamos. Que nos recuerda que utópico no es lo mismo que perfecto y que, precisamente por eso, es posible construir un mundo mejor.
Salvador Bayarri enfrenta, en un claro homenaje a Los desposeídos (Ursula K. Le Guin), a dos sociedades que podrían parecer idílicas, pero que no lo son. Una que ha alcanzado una prosperidad envidiable y sostenible, pero necesitada de nuevos retos. Y otra que reniega del progreso y se mantiene en contacto con la naturaleza.
El autor valenciano nos hace ver que no vamos bien (cosa que ya sabíamos), y que siempre necesitaremos metas para no estancarnos; así que enciende una luz que apunta a un posible destino. Se atreve a soñar con un sistema en el que se tenga en cuenta la opinión de todos y nos recuerda que la tecnología puede ser una herramienta maravillosa si aprendemos a apoyarnos en ella buscando el bien común, ya que, como buen conocedor de la condición humana, es consciente de que el mayor peligro al que siempre nos enfrentaremos, y nuestro mayor lastre, es el egoísmo individual. Pero Bayarri no necesita crear villanos puros para ilustrar esto: opta por dar vida a un personaje inspirado en Ayn Rand que, sin preocuparse por distinguir entre el bien y el mal, pretende defender sus intereses por encima de cualquier consideración; con eso le basta.
“Jamás habría imaginado las cosas que existen al otro lado de la barrera y no quiero olvidarme de ellas cuando volvamos”
La novela puede parecer coral, ya que cada personaje cuenta su visión de la historia en primera persona. Pero en absoluto lo es; Amanda, una preadolescente que ha de realizar un viaje que jamás habría imaginado, acapara toda la atención y la empatía del lector. Su inocencia y su dulzura hacen que la obra parezca ser más liviana de lo que en realidad es. De hecho, por momentos podría llegar a verse como una historia juvenil. Sin embargo, la carga filosófica que contiene es brutal, y el resto de los protagonistas, con sus actos y sus ambiciones, nos obligan a pensar en qué tipo de futuro querríamos para nuestros nietos.
“Soy dueña de mis deseos, no de mi destino”
Leed Holocracia. Podéis hacerlo buscando acción, aventura y algún que otro giro en una obra que os recordará al gran Asimov. Disfrutaréis. Pero también podéis fijaros en todas las ideas, propuestas y filosofía que contiene. Yo lo hice y volví a soñar. Volví a recordar todo lo que la ciencia ficción me ha aportado y cómo me ha ayudado a construirme como persona. Volví a creer que otro mundo es posible y a envidiar a quienes aún no han nacido.
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