Esta novela indaga en determinadas conductas que hoy son propias de personas cada vez más jóvenes. Las redes sociales tienen mucho que ver, internet también. Los adolescentes están al tanto de prácticas sexuales que, a fuerza de verlas, consideran normales. Y no lo son. El sexo que implica violencia o dominio del hombre sobre la mujer no es normal. Esto es la base de la pornografía; algo reservado a los adultos, oculto en una sociedad no muy pretérita, porque supuestamente los hombres de bien no participaban en sus prácticas, tampoco de visionados. En teoría se debían a sus mujeres.
Esto era en teoría. A la hora de la verdad, los hombres miraban para aprender y cuando los hechos se subían de tono y era impensable practicarlos con la pareja, por condicionamientos religioso-morales, siem-pre quedaban las prostitutas para ponerlos en marcha. Con ellas se daba rienda suelta a la imaginación. Pero ahora todo está en internet, al alcance de cualquiera. Y la mente infantil puede confundir el sexo con la violencia, con el machismo; y verlo como algo normal
Ningún padre quiere que sus hijos queden dañados por esas prácticas. Ana Martínez Muñoz lo expresa sin tapujos en Valencia Roja, en la que, bajo el lema «El porno es cultura» se desatan todo tipo de manifestaciones por parte de aquellos que quieren desestigmatizar el sexo libre.
No es lo mismo sexo para adultos que pornografía violenta o machista. Y por supuesto, la pornografía no es cultura. Y, por supuesto, los adictos a ver pornografía dura también tienen la mente perturbada del que la practica, aunque sean padres de familia.
El mensaje de Ana Martínez es claro: urge apartar a la infancia y adolescencia de prácticas que sus mentes no pueden asimilar pues esto redundará en adultos traumatizados, violentos y deshumanizados.