Hay libros que están bien escritos, que se llevan premios importantes; libros que se leen con gusto, con interés, incluso y, sin embargo, cuando los acabas tienes la impresión de que ha faltado algo. No sé, al menos a mí, al terminar Las formas del querer me ha faltado una resolución más literaria, quizás más benevolente con los propios protagonistas porque Noray ha hecho desde pequeñita aquello que quiso o lo que su mente le permitió, pero la situación en la que se encuentra Ismael y, sobre todo Estrella, no es justa; son una consecuencia más de las enfermedades mentales.
Las formas del querer no es una novela que tenga acción, Inés Martín Rodrigo escribe de forma pausada porque tiene clara la importancia del recuerdo y la función de la escritura como alivio del recuerdo.
Además de la historia familiar, tal como reza el título, la novela es un cúmulo de sentimientos que Martín Rodrigo despierta en el lector. Caben muchos sentimientos en la novela y, por supuesto, todas las formas del querer, todas bellas y todas distintas.
Solo por reflexionar sobre el amor, ya merece la pena leer la novela.