He terminado la segunda novela de Dolores Reyes y me ha transportado no solo a Cometierra sino a todo el continente latinoamericano. Siempre he tenido la sensación de que ese pueblo ha sabido explorar como ninguno el mundo del subconsciente. Dolores Reyes parte en Miseria de una visión fantástica para poder expresar su propia realidad, y la expresa de tal manera que todos la consideramos real porque el contenido lo es, la desaparición de tantas mujeres, y el sentimiento, también (la impotencia de la soledad).
La mujer en Miseria, es la verdadera protagonista. Mujer que, como la tierra, es símbolo de vida, protección y muerte «Mi mamá tampoco tenía camisones. Ella me contó que cuando volvimos del hospitalito, solas nosotras dos, hacía frío y como ya no tenía nada que ponerme […] envuelta y pegadas, estuvimos esos primeros días juntas ella y yo». La figura del padre también es simbólica de ese machismo ancestral y animalizador. Para Cometierra, Miseria, la Tina, Florensia… el padre es una presencia odiada o ausente. Por eso, probablemente, el Walter es el personaje más entrañable. La autora pide, con él, un cambio. Walter es la nostalgia, el deseo de un padre cariñoso, un hombre capaz de actuar sin violencia, un hombre que no quiere venganza sino justicia.
En la historia, el límite entre lo real y lo imaginado se desvanece, es fácil pasar de uno a otro porque Reyes trata lo extraordinario como algo natural, usual, mezclando superstición, premonición, sueño e imaginación.
Espero que Cometierra, Miseria, el Walter y el Pendejo sigan luchando hasta hacerse visibles en una sociedad que los trate con justicia. Espero que en algún momento Aylén pueda dar fe del significado de su nombre.