Todo empezó por casualidad. Mi nieta tenía unos cómics pequeños que no quería, mangas les dice, y los vendió a través de una aplicación de esas del teléfono. Como estoy jubilado, pues ya sabe, todos tiran de mí. Se piensan que no tengo nada que hacer, ¡Como si el tiempo me sobrase! Bueno, el caso es que me pidió que fuese a entregarlos porque ella estaba con los exámenes, y de mala gana accedí.
Llegué media hora antes. En mi vida he llegado tarde, ¿sabe usté? Estuve allí, pasando frío durante 30 minutos hasta que apareció una chiquilla muy simpática y le entregué los libritos. ¡Qué encanto! ¡Mucho más maja que mi nieta! Estuvo charlando conmigo un buen rato. De regreso a casa me di cuenta de que no había sido una mala tarde y al día siguiente le pedí al Rogelio, el del bar de abajo, que me pusiera la aplicación esa en mi móvil. A partir de entonces entraba al cuarto de la niña cuando ella estaba en clase y mi nuera en la compra. Fui sacando fotografías a algunas cosas que no usaba nunca. Sus padres le han comprado siempre todo lo que ha pedido y está muy malcriada. Al principio me costaba un poco poner los anuncios, quedaban mal y nadie me escribía, pero poco a poco le fui pillando el tranquillo.
En menos de un mes el negocio marchaba. Era rara la semana en que no quedaba con alguna joven y debía de caerles simpático porque casi todas me daban palique. Había encontrado el plan perfecto: me entretenía, sacaba un dinerillo (que con lo que me quedó de pensión me venía como agua de mayo) y además me alegraba la vista, para qué nos vamos a engañar. ¡No me mire usté así, no soy un viejo verde! Nunca intenté nada, pero si tengo que elegir entre las viudas del centro de día y las jovencitas, pues prefiero mirar a las jovencitas.
Todo se complicó cuando me di cuenta de que no podía seguir vendiendo los mangas, ropa y cachivaches olvidados de mi nieta sin que se diese cuenta. Yo ya no quería parar, y si hubiese vendido cosas de mi hijo o mi nuera, me las habrían comprado gente de su edad o de la mía, así que fotografié unos discos de chinitos. Kapó o K-Pop los llamaba la niña. Nada más subirlos me escribió alguien para comprarme varios y quedé al día siguiente. Esperaba encontrarme con otra chiquilla, pero no fue así. Vino a recogerlos una mujer, ¡y qué mujer! Morena, pelo rizado, un escote… ¡y unas curvas! Me recordó a mi Adela, que en paz descanse. Se sorprendió al verme y cuando le expliqué que eran cosas que mi nieta no quería, rompimos el hielo y me contó que necesitaba esos discos para el cumpleaños de su hija. Estaba divorciada y parece que andaba mal de dinero. Le hice descuento, por supuesto, y ella sugirió que nos sentásemos en un banquito del parque cercano. Me contó toda su vida. Y yo me enamoré.
Esa tarde llegué bastante triste a casa. Tenía que volver a verla como fuera. Yo sabía que no le interesaba para nada, que simplemente tenía ganas de charlar y que no perdería tiempo saliendo conmigo pudiendo hacerlo con algún hombre de su edad, así que decidí jugármela sin pensar en las consecuencias. Le escribí y le dije que podría ir consiguiéndole más discos de los chinitos a buen precio. Se puso muy contenta. Los fui dosificando y conseguí que quedásemos varias semanas seguidas. Fui muy feliz, hasta que mi nieta los echó en falta ¡Qué llorera! Parecía que le habían quitado un riñón ¡Ni que la estuvieran matando! Mi hijo estaba muy enfadado y mi nuera (que nunca me ha tragado), me llamó ladrón. Me dio vergüenza decirles por qué lo había hecho así que guardé silencio. Mi hijo me preguntó si es que iba con mujeres de la vida y al ver mi enfado, calló.
Días después parecía que amainaba el temporal. La niña no me hablaba, pero ya no me miraba con odio durante las comidas. Ellos me observaban en silencio y pensé que se les olvidaría pronto, así que me dediqué a darle vueltas a la cabeza pensando en qué podría hacer para volver a verla. Pero un día que esa víbora estaba revirada, volvió a sacar el tema y la niña venga a llorar otra vez. Yo creo que lo tenía planeado porque me acusó de jugarme los cuartos en las tragaperras del bar del Rogelio y en las apuestas. Aquello me pilló a contrapié y no supe reaccionar; por un lado, no se me había ocurrido ninguna explicación y por otro, esa acusación me daba menos vergüenza que lo de las señoras prostitutas, así que me mordí la lengua. Asumieron que habían acertado y por eso me trajeron. ¡De verdad, que yo no necesito ayuda! ¡Que no estoy en fase de negación como dice usté, ni estoy mintiendo, ni nada! ¡Que me dejen irme de una santa vez! ¿O van a tenerme aquí para toda la vida?
Relato cedido por el autor. No nominable al I Premio Yunque Literario
Soy Hefesto (AKA David Morales). Para quienes no me conozcáis, el tipo que junta letras en el blog El Yunque de Hefesto y una de las 3 personas que hay detrás de esta web.
Como hasta ahora solo he publicado (autopublicado) Distancias, un relato erótico que podéis descargar gratuitamente aquí, he decidido (como buen prevaricador literario) aprovecharme de la bondad de Beatriz y Antonio , mis compañeros en esta aventura, y compartir con vosotr@s esta breve historia.
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Buenísimo, lo más gracioso que leí hasta el momento por aquí, ligar por wallapop , nunca se sabe dónde está el amor.
¡El amor está en todas partes, amiga mía!