Está claro que vivimos rodeados de inmediatez. El modo de percibir el mundo se acerca bastante a los intereses de Hollywood; las nuevas tecnologías se exhiben ante nosotros de forma engañosa, haciéndonos creer que tenemos la riendas de todo para que podamos sentirnos fuertes, poderosos. Pero no lo somos. Apenas un descuido y el paso del tiempo nos acecha para mostrarnos, implacable, el desvanecimiento de los sueños. Cuando queremos darnos cuenta el nuevo siglo ya no lo es, han pasado dos décadas y nos sorprende porque no nos hemos percatado; los buenos momentos se han deslizado por nuestros dedos dejando un amargo sabor a incompleto. ¿Qué nos falta?
Esta pregunta es la que se hace Sergio Hernández quien, a sus veinticinco años, ha sido capaz de entender dónde reside nuestro bienestar, nuestra seguridad, la verdadera fortaleza que nos define.