En la década de los 80 pasamos por cierta prosperidad económica capaz de encubrir cualquier posible decadencia. El mundo ya no es lo que era; si España se levanta como democracia, la caída del Muro de Berlín presagia un cambio en la Unión Soviética.
Mendoza es un excelente escritor y un hombre bueno, y culto. De ahí que la novela quede salpicada por curiosidades de los grandes de la literatura como Shakespeare o Vázquez Montalbán, y por citas de obras de John le Carré, Cervantes, Quevedo o San Agustín.
Transbordo en Moscú supone el cierre perfecto para esta trilogía que representa una mirada crítica al siglo XX. Espero, deseo, que no sea el cierre de su labor como escritor. Un genio. Y un modelo a seguir.